diumenge, 1 de novembre del 2009

La alienación 3

Alaistair Reid escribe en The New Yorker, pero va poco a Nueva York.
Él prefiere vivir en una perdida playa de la República Dominicana. En esa playa había desembarcado Cristobal Colón, algunos siglos antes, en una de sus excursiones al Japón, y desde aquellos tiempos nada ha cambiado.
De vez en cuando, el cartero asoma entre los árboles. El cartero viene doblado bajo la carga. Don Alaistair recibe montañas de correspondencia. Desde los Estado Unidos, lo bombardean las ofertas comerciales, folletos, catálogos, lujuriosas tentaciones de la civilización del consumoexhortando a comprar.
Una vez, entre mucho papelerío, llegó la propaganda de una máquina de remar. Don Alairstain la mostró a sus vecinos, los pescadores.
- ¿Bajo techo? ¿Se usa bajo techo?
Los pescadores no lo podían creer:
- ¿Sin agua? ¿Se rema sin agua?
No lo podían creer, no lo podían entender:
- ¿Y sin peces? ¿Y sin sol? ¿Y sin cielo?
Los pescadores dijeron a don Alairstain que ellos se levantaban cada noche, mucho antes del alba, y se metían mar adentro y echaban sus redes mientras el sol se alzaba en el horizonte, y que ésa era su vida, y que esa vida les gustaba, pero que remar era la única parte jodida de todo el asunto:
- Remar es lo único que odiamos - dijeron los pescadores.
Entonces don Alairstain les explicó que la máquina de remar servía para hacer gimnasia.
- ¿Para hacer qué?
- Gimnasia.
- ¡Ah! Y gimnasia, ¿qué es?


Eduardo Galeano.

2 comentaris:

Anònim ha dit...

Algún problema amb sa gent a sa que li agrada/encanta anar a nes gimnàs?

Rosa Illa Torrens ha dit...

Cap problema, "anònim" (canta a la legua que ets tu, martí). Però procura posar-te sempre alguna cosa groga per a sortir a fora.