dijous, 12 de novembre del 2009

Cuando esperar se convierte en desesperar



Cuando esperar se convierte en desesperar es cuando notamos que el corazón nos empuja para salir a la vez que la mandíbula crece hacia arriba oprimiendo los temporales. Todo eso provoca una incomodidad tan grande que las venas se empiezan a dilatar, las uñas van hundiéndose involuntariamente en las palmas de las manos, nuestra propia respiración nos pasa a resultar molesta y soplamos. Soplamos para esparcir las moléculas de basura que nos rodean. Esas moléculas que no tienen nada que ver con nuestro estado pero a las que culpamos y escupimos para intentar así auyentar el amargo de nuestro paladar. Son moléculas con las que convivimos cuando esperamos, pero que se tornan extremadamente irritantes cuando desesperamos.

¿Deben desesperar también las moléculas de basura?

diumenge, 1 de novembre del 2009

La alienación 3

Alaistair Reid escribe en The New Yorker, pero va poco a Nueva York.
Él prefiere vivir en una perdida playa de la República Dominicana. En esa playa había desembarcado Cristobal Colón, algunos siglos antes, en una de sus excursiones al Japón, y desde aquellos tiempos nada ha cambiado.
De vez en cuando, el cartero asoma entre los árboles. El cartero viene doblado bajo la carga. Don Alaistair recibe montañas de correspondencia. Desde los Estado Unidos, lo bombardean las ofertas comerciales, folletos, catálogos, lujuriosas tentaciones de la civilización del consumoexhortando a comprar.
Una vez, entre mucho papelerío, llegó la propaganda de una máquina de remar. Don Alairstain la mostró a sus vecinos, los pescadores.
- ¿Bajo techo? ¿Se usa bajo techo?
Los pescadores no lo podían creer:
- ¿Sin agua? ¿Se rema sin agua?
No lo podían creer, no lo podían entender:
- ¿Y sin peces? ¿Y sin sol? ¿Y sin cielo?
Los pescadores dijeron a don Alairstain que ellos se levantaban cada noche, mucho antes del alba, y se metían mar adentro y echaban sus redes mientras el sol se alzaba en el horizonte, y que ésa era su vida, y que esa vida les gustaba, pero que remar era la única parte jodida de todo el asunto:
- Remar es lo único que odiamos - dijeron los pescadores.
Entonces don Alairstain les explicó que la máquina de remar servía para hacer gimnasia.
- ¿Para hacer qué?
- Gimnasia.
- ¡Ah! Y gimnasia, ¿qué es?


Eduardo Galeano.